Desde hace unos años vuelven a cobrar protagonismo en una nueva tendencia centrada en los valores naturales de una vida sana y equilibrada, aquella que predica el bienestar por medio de la alimentación, el ejercicio físico y los cuidados corporales y mentales.

La aromaterapia o terapia con aceites esenciales volvió a resurgir en el siglo pasado con la publicación en 1937 de la obra del alquimista francés René-Maurice Gattefossé y después por la del médico Jean Valnet en 1964, pero existe desde hace más de 5000 años. Durante miles de años, fueron numerosas las civilizaciones que se han servido de los aceites esenciales para fines muy diversos: cocina, perfumería, cosmética, masajes o rituales espirituales pero, al igual que tantas otras medicinas tradicionales, las propiedades terapéuticas de las plantas han quedado ocultas por la aparición, en el siglo pasado, de los tratamientos químicos de la farmacia moderna. En aquel entonces, solo subsistió el interés por el aroma de las plantas en perfumería y cosmética pero incluso en este ámbito, los aceites esenciales se solían sintetizar.

Con la tendencia actual, que aboga por el retorno hacia la naturaleza, la aromaterapia vuelve a considerarse como un método fitoalopático en sí mismo, en particular gracias al enfoque médico y científico de la escuela francesa.

Habido cuenta de que son muy concentrados, que están clasificados desde un punto de vista bioquímico y que son fáciles de usar en diversas formas de aplicación, los aceites esenciales son tremendamente eficaces, tanto a título curativo como preventivo; a menudo sin efectos secundarios ni intolerancia en múltiples patologías físicas.

Desde esta perspectiva, las esencias están reservadas a los profesionales y sólo los médicos y farmacéuticos deben prescribirlos en cualesquiera de sus formas farmacéuticas habituales, supositorios, jarabe o preparado por vía interna.

Ora investigadores, terapeutas o simples apasionados por los aceites esenciales, muchos son los que han contribuido a popularizar la aromaterapia alopática y han favorecido su reconocimiento desde el punto de vista científico, sin embargo, este enfoque alopático muy riguroso omite el aspecto global de la planta y su fuerza energética. Los aceites esenciales no solo tienen la capacidad de curar el cuerpo físico sino que sus efectos llegan hasta el sistema hormonal e influyen en el estado psicoemocional y espiritual, los sentidos, los cuerpos sutiles y sus centros energéticos, es decir, sus chacras.

Las civilizaciones anteriores consideraban los aceites esenciales como»alma y espíritu de las plantas», se percibían incluso como eminentemente valiosos en el pasado; tanto es así que en otros tiempos, solo tenían derecho a emplearlos los hechiceros, chamanes, sacerdotes, médicos y nobles.

Algunas escuelas de aromaterapia, en particular las que proceden del mundo anglosajón, son menos rigurosas desde el punto científico y sus investigaciones se basan sobre todo en las capacidades espirituales, energéticas y vibratorias de los aceites esenciales. Ante todo consideran la aromaterapia como una terapia energética y emplean los aceites esenciales asociándolos al sentido del olfato y el tacto.

Según estas escuelas, el cuerpo físico, el mental y el espiritual están estrechamente relacionados y las enfermedades físicas suelen ser la causa de un desequilibrio emocional, una desmotivación o un estado anímico.

De este modo, los aceites esenciales que contienen fenoles, como el de canela de China o el clavo de olor, son muy bactericidas desde el punto de vista bioquímico y en dosis muy elevadas y además, son dermocáusticos y hepatotóxicos. Desde un punto de vista energético, se consideran «caloríferos» porque aportan energía vital, activan el «rojo» (el elemento fuego de la persona).

Los aceites esenciales son unas de las sustancias más valiosas que la naturaleza nos puede ofrecer.

Extracto Aromaterapia energética de Lydia Bosson

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